Un día, un mago
–o pretendía ser aprendiz de mago- me dijo cerca del oído:
-“Recuerda con
sumo cuidado mis palabras, porque a través de ellas decidirás estar bien o
estar mal. Los ojos no sólo están hechos para mirar, sino también para decidir
nuestro destino”.
Sus palabras no
pasaron desapercibidas por mis neuronas, ya que al margen de que nunca había
escuchado semejante comentario, quería a todas luces saber su significado, por
lo que intenté poner cara de “mosca muerta”. No se me hizo nada difícil desde
luego, pero tal vez sea algo que me delató, o que mis años de experiencia ya no
pasan desapercibidos, que hizo que Josep, -así se llamaba el aprendiz de mago-
se me quedara observando después de haberle contestado:
-Qué quieres decir
con “decidir el destino”?
-Ajáa, no sólo
eres bella sino también astuta y los hombres deberían pensárselo dos veces
antes de escapar de ti.
-Eh¡ sin ofender¡
que yo no te estoy faltando.
-Sabes
perfectamente lo que he querido decir. Ellos deberían pensárselo muy bien antes
de escapar porque de lo contrario una vez que te tengan no te dejarán ir.
A este hombre, no
se le podía esconder nada. Sólo pude asentir. Le dejé un billete en el cesto y
me marché, ya estaba llegando tarde a trabajar.
Caminaba a grandes
pasos para llegar al edificio donde estaban las oficinas del despacho, subí los
escalones de dos en dos y pude coger el ascensor antes de que se cerrasen las
puertas. Era la hora punta por lo que me puse al fondo del todo, la gente
entraba y salía y cada vez se estaba llenando más y más.
A mi lado se
encontraba Omar, un chico muy guapo que trabajaba en las oficinas aledañas al
despacho y el cual me gustaba mucho, pero por el que aún no estaba muy segura
de si aceptar sus muchas invitaciones para tomar una copa.
De pronto, lo
encuentro con que lo tengo pegado a mí, mirándome fijamente, podía sentir su
respiración acelerada, su mano rozando levemente la mía. Acerca su boca a mi
oreja y en un susurro casi imperceptible me dice: “Cuándo vas a decirme que sí? Cuándo vas a aceptar salir conmigo?.
Sus palabras
fueron dichas irradiando sensualidad por todos los poros de su piel,
adentrándose en la mía, calándome hondo, prometiéndome una relación duradera y sobretodo
placentera.
Miré a todos
lados fijándome si los demás se habían enterado de todo, pero no. Estaba a punto de decirle que sí, cuando la
puerta del ascensor se abre nuevamente y entra Sofía, una niñata que también
trabaja en la misma planta que nosotros. Sus ojos y sus manos van directos hacia Omar,
se abre paso entre la gente para tomarlo del brazo y sacarlo de mi contacto y
de mi lado. Con una voz melosa para mi gusto, le dice: “Gracias por escuchar mis problemas la otra noche, eres un solete”.
“Solete?”, “la
otra noche?” No tenía ni idea de eso y para mi gusto se salta el castaño
oscuro. Siento que la señora rabia se apodera de mí, sin querer los celos se
arremolinan en mi mente y no quieren irse, y sobretodo unas lágrimas quieren
aflorar en mis ojos y no entiendo porqué. Cuando caigo en la cuenta de que
probablemente esté a punto de entrar en el perímetro de “los días rojos”.
Debo salir de
allí inmediatamente antes de que coja por los pelos “a la pobre muchacha” y le
exprima las últimas neuronas que le quedan.
El ascensor está
a punto de llegar a mi planta, a duras penas me abro paso entre todos y me
coloco delante y cuando las puertas se abren, salgo disparada como perro bóxer
hacia las puertas del despacho.
Antes de entrar,
siento que unas manos me cogen del brazo, me giro dispuesta a enseñar los
dientes y me doy cuenta de que es Omar que me ha alcanzado.
-Ey, no te pongas
así, no ha pasado nada entre ella y yo.
-Qué dices? No sé
de qué me estás hablando? He salido antes porque voy a llegar tarde al despacho.
Pruebo con mi
maniobra evasiva para salir de los peores momentos.
-A mi no me
engañas, tus ojos no me engañan, te ha afectado sobremanera su comentario.
-Y tú cómo sabes
eso?
-Por el cristal
de tus ojos a través del cual te veo, eres como un libro abierto, llevo observándote
hace bastante tiempo sin que te des cuenta. Y aún cuando no te estuviese
viendo, sentiría cuánto te ha afectado.
El impacto de sus
palabras no me dejan pensar con claridad, debo escapar otra vez.
-He de ir a
trabajar.
-Antes de que te
vayas, vas a decirme que si esta vez y poder hablarlo tranquilamente esta
noche? O vas a escapar nuevamente y perderte la oportunidad de que empecemos
algo que pueda durar mucho tiempo o no. Lo que veo en tus ojos no me engañan.
En ese momento se
me viene a la mente las palabras de Josep “decidir
el destino” y no lo pienso dos veces.
-Sí, esta noche,
hablaremos.
Los dos rompemos
a reír…
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