viernes, 15 de agosto de 2014

Purpurina

Sé que hace tiempo que no escribo y espero me podáis perdonar por eso, hoy vengo con un relato que espero que os guste.

Existió una vez una dama de alta alcurnia, muy famosa ella de entre las de su clase, la aristocracia corría por sus venas no en vano le decían que su sangre azul emanaba de sus venas... a duras penas.

Aquella dama iba y venía, hacía y deshacía a su antojo, los sirvientes del castillo murmuraban a su alrededor cuando la veían pasar, pobre de aquel que no cumpliese sus órdenes a rajatabla y sus padres... los pobres padres no sabían qué hacer con el carácter de la dama, porque unas veces era una especie de gata en celo, otras veces era una arpía consumada, y hay quienes decían que era una mentirosa compulsiva.

Las habladurías se fueron extendiendo por todos los confines del castillo y más allá de los alrededores cercanos.  Algunos murmuraban entre sí:  "Jamás conseguirá marido quien la aguante" y había otros que pensaban en alto:  "Dicen que sólo los utiliza para hacer lo que ellos quieren".

La dama en cuestión hacía caso omiso de todo lo que se fraguaba a su alrededor, siempre con la cabeza en alto, de mirada soslayada, de nariz respingada, desconfiada y... algo más que ocultaba, de qué se trataba? qué misterios la envolvían? quién era en realidad?

Un día en el que las temperaturas bordeaban su máximo esplendor, decidió escaparse a su lugar secreto, un riachuelo al final del bosque, era su lugar, allí podía ser ella, allí podía jugar con los animales, podía oler la naturaleza y admirar la simpleza de las cosas, podía imaginar que el mundo era diferente, soñar despierta y sobre todo podía imaginar que su corazón pudiese alcanzar lo que quisiera... cualquier cosa.

Se dio su baño habitual y mientras peinaba sus cabellos divisó cerca de allí un arbusto con una planta que no había visto antes, lo habría notado porque el color que desprendía aquella flor era como nunca había visto antes, un color entre púrpura y rosáceo, incandescente, era como si se difuminase entre sus manos, la tocó y pudo sentir su energía, no se sabía si el color la iluminaba o ella iluminaba a la planta.

Estaba absorta en sus pensamientos cuando no se dio cuenta que una sombra se cernía sobre ella, dejándola sin su purpurina, privándola de su conexión, de su aura escondida. Cuando levantó la vista y le vio sintió un escalofrío en su interior, un miedo rotundo a verse expuesta, un anhelo inacabado, un sentimiento inexplicable.

- Es una planta que le he llamado "purpurina", en honor al color y al brillo que emite cuando le da el sol, la claridad con que desprende, su fuerza y fiereza, su identidad... 
Le dijo el hombre observándola.

+ La ha creado usted? Le dijo la dama dudando.

- Si, tengo un invernadero en casa, cerca de aquí, me gusta la naturaleza, crear nuevas formas de vida, tengo mucho tiempo libre ahora.

El hombre no podía dejar de observarla, había algo en ella que no encontraba descifrar, sin embargo por fuera se le veía normal pero por dentro estaba llena de sombras.  Y le dijo:

- Si le gusta y le interesa la naturaleza como veo que es su caso, cuando quiera puede visitarme, vivo al final del bosque, si lo desea puedo enseñarle mi invernadero y mis creaciones.

+ Ehh... yo... gracias por la invitación, es verdad me gusta mucho la naturaleza y las plantas, algún día me pasaré por allí.

- Jajaja, ese "algún día" ha sonado a "nunca" me pasaré por allí... Si lo desea puede venir conmigo, ahora mismo iba para allí.

+ Cómo está tan seguro que quiero ir? Sólo porque me haya gustado purpurina no quiere decir que esté desesperada por ver más...

- De lo que estoy seguro es de que purpurina sólo es purpurina cuando recibe la luz del sol, la claridad espontánea y hoy no hay sol que digamos... eso quiere decir que ha sido usted con su claridad, con su espontaneidad que ha hecho que purpurina se vea como realmente es. Usted, por ser como es y lo que puede ofrecer ha hecho el trabajo para que purpurina se abra a usted.

Pasaron muchos sofocantes veranos, cortas primaveras, arduos inviernos pero no había nadie en el castillo que pudiera dar una información con total certeza de lo que había pasado con la dama, no había explicación que encontrar, ni había culpable o inocente que hallar, tan sólo notaron a ciencia cierta que la dama portaba en su muñeca una planta que cada vez que salía la luz del sol emitía claridad multicolor, no se sabía si era la dama o la planta, si era purpurina o el invernadero, o quizás el agricultor, tan sólo sabían que la dama había hallado una razón... como la purpurina halla su color...