martes, 23 de febrero de 2016

Una parada inolvidable

Suena nuevamente el despertador, pero vuelvo a darle al botón de apagar. Si hago un cálculo mental y logro vestirme en tan solo cinco minutos puedo alcanzar el metro y llegar a tiempo a la clase de Boxing, después de eso ducharme en 10 minutos más y estar en el trabajo a las 9 en punto como cada mañana. Solo que hoy decido tener los ojos cerrados un poquito más y… ¡mierda, voy a llegar tarde otra vez!

Me levanto de la cama de un salto como alma que se lleva el diablo; menos mal que ya tengo preparada la mochila con la ropa del trabajo, me visto con la ropa de deporte, me calzo las deportivas y salgo pitando para coger el metro y poder llegar al gimnasio que está cerca del trabajo.

Una vez en el metro me observo a través de la ventanilla y me doy cuenta de que estoy hecha un desastre, intento peinarme un poco con los dedos y a duras penas puedo hacerme una coleta. El resultado es que al menos puedo aparentar que soy una ex del psiquiátrico. En realidad, no me preocupa en absoluto, sé que una vez que llegue allí, me machaque fuerte y salga disparada hacia el trabajo tendré el tiempo suficiente para quedar normalilla.

Dejo de mirar a través de la ventanilla y miro hacia la puerta. Cuando descubro que un chico me observa fijamente. ¿Me habrá estado mirando todo el rato en que he tenido mi sesión de peluquería particular? Espero que no, porque si es así… ¡tierra trágame y entiérrame¡

-Anda, mira una de esas que se levantan con el tiempo más que justo y aprovechan el viaje en el metro para acabar de acicalarse; pues espero que tenga muchas paradas por delante, porque con los pelos de loca que lleva, le espera un arduo trabajo para quedar mínimamente presentable– pensaba Toni, mientras miraba a la desconocida que había entrado dos paradas antes –Lástima que vaya con esos pelos de haberse peinado como venganza contra toda la humanidad, parece mona-. Ups, me ha pillado mirándola. Disimula, tío que si no va a pensar que eres un acosador de esos que aprovecha el bullicio del metro para rozarse con las chicas.

Toni continuó repasando sus mensajes hasta  que  el metro se detuvo  en  la  siguiente parada –Hum, aún me quedan dos más– pensó. Volvió a levantar la vista de su smartphone para depositarla en la ‘despeinada tardona’ una vez más. –No está mal, pero que nada mal, tiene unos ojos color miel realmente bonitos-. Volvió de nuevo a sumergirse en el chat antes de que lo descubriera de nuevo mirándola.




-Piensa que no he visto que me estaba mirando de nuevo-, qué ingenuo. Bueno bonito, deléitate con lo que estás viendo si te apetece, total, me bajo en la siguiente parada, así que por mucho que mires, no me vas a molestar, pero ay de ti como se te ocurra acercarte; te enseñaré para qué me sirven las clases de boxing que tienen la culpa de estos dichosos madrugones.

Paula se levantó del asiento tan pronto como pudo sin darse cuenta de que la bolsa de deporte estaba abierta por un costado, en cuanto puso el pie en el pasillo los artículos de higiene saltaron de la bolsa y cayeron todos desparramados.

A los pies de Toni llegaron los potes de perfume, champú y demás cosas que puede caber dentro de la bolsa de deporte de la ‘despeinada tardona’.  La miró nuevamente y se dio cuenta de que estaba roja como un tomate, le pareció escuchar un –Mierda¡- muy por lo bajo, miró los envases y volvió a mirarla, pero ella ya estaba agachada en el suelo recogiendo todos los potingues habidos y por haber.

Así que no se lo pensó dos veces. Toni comenzó a ayudarla recogiendo los potes y metiéndolos también en la bolsa de deporte de Paula.

-Muchas gracias…- le dijo Paula visiblemente contrariada. –Dios, qué vergüenza…-
-Tranquila, todos tenemos un día malo… -Toni trató de tranquilizarla- Pudo ver que esos ojos color miel  comenzaban a brillar y sabía que no eran de felicidad.

Fue entonces cuando al mirarle bien el rostro pudo fijarse bien en su… boca. Fueron solo unos segundos pero a él le parecieron una eternidad. Ella le miraba directamente a los ojos y mientras lo hacía, sus labios se entreabrían, unos labios carnosos y sonrosados sin ninguna pizca de maquillaje. Unos labios listos para ser besados…

Paula, -muy a su pesar- tuvo que romper el contacto, el metro ya se había detenido en su parada y debía bajar. Volvió a mirar a Toni que seguía observándola y solo pudo decirle –Gracias, te debo una…-

Dicho esto se bajó del metro, no sin antes oír un –¡Espera¡-, se giró nuevamente para ver a Toni haciéndole señas y alejarse a través de la ventanilla, llevándose en la mano su frasco de perfume preferido…


Continuará…